viernes, 14 de marzo de 2014

ME ENSEÑARON LA VERGUENZA..



ME ENSEÑARON LA VERGUENZA



Me enseñaron la vergüenza.

Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de mis actos, de

 mis pensamientos.

Me enseñaron que lo que pienso es absurdo, que lo que hago
es ridículo, que lo que deseo es sucio.

Y aprendí a no decir lo que pensaba, por vergüenza de que

 alguien a mi alrededor pensara algo mejor.

Y aprendí a no hacer lo que me apetecía, por vergüenza de

 que alguien a mi alrededor creyera que era inoportuno.

Y aprendí a no perseguir lo que deseaba, por vergüenza de 

que alguien a mi alrededor opinara que era inapropiado.

No contenta con someterme a la mirada externa, me plegué 

también a la vergüenza ajena.

Y aprendí a preguntarle a la vergüenza cómo vestirme, no

vaya a ser que alguien pensara que voy buscando gustar, 

destacar. Y aprendí a escuchar a la vergüenza al desnudarme,

 no vaya a ser que me sintiera cómoda en mi cuerpo, y me

 acostumbrara a enseñar(me)lo sin miedo. Y aprendí a

 consultar con la vergüenza antes de abrir la boca, no vaya a

 ser que dijera sin filtro lo que me pasa por la cabeza, y se

 enterara la gente.


Y dejé de bailar, de reír a carcajadas, de rascarme el culo, de

 preguntar lo que no entiendo, de opinar lo que pienso, de

 compartir lo que siento, de pedir ayuda, de ponerme faldas, 

de ir a la playa, de comer o llorar en la calle, de ir sin 

sujetador, de pintarme, de salir sin pintar, de bajar a la calle

 despeinada, de usar esa ropa que dicen que no me pega

 nada, de llamar a quien echo de menos, de tomar la

 iniciativa, de decir que no, de decir que sí, de quejarme, de

 vanagloriarme, de estar orgullosa, de admitir que estoy 

asustada.


Y, a base de sentirme cada día más avergonzada, entendí que

 mi vergüenza nunca iba a sentirse saciada. Que toda la vida

 iba a imponerse entre yo y mi representante impostada. Así

que busqué a mi sinvergüenza interna.
 


Y le costó salir un 

poco, le daba vergüenza. Pero acabó sacándome a bailar,

 haciéndome dúo al cantar, saliendo conmigo a la calle con la

 cara sin lavar, animándome a hablar, a ignorar las cosas que 

me deberían avergonzar...


Y ahora no tengo tiempo para sentir vergüenza. Estoy

 ocupada VIVIENDO.


Texto: Faktorialila





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